¿Cómo podemos usar nuestra genética para luchar contra los cambios de temperatura que estamos viviendo este verano?. Las pruebas genéticas pueden darte la respuesta
En días especialmente calurosos, como los que estamos viviendo actualmente, es habitual encontrar dificultades para sobrellevar el día a día. Complicaciones para conciliar el sueño, mayores niveles de irritabilidad, mayor estrés personal y laboral, menores niveles de asertividad, un aumento de las conductas agresivas… Conocer la predisposición genética a la sensibilidad a la temperatura puede ayudar en gran medida a ser más cautos y previsores ante los cambios bruscos de temperatura.
La sudoración es un mecanismo que permite regular la temperatura corporal. Se trata de un proceso regulado por nuestro sistema nervioso y que se activa de manera involuntaria cuando nuestro cuerpo lo requiere. Podríamos decir que es un mecanismo que nos protege de convertirnos en una olla a presión de la cual el calor no es capaz de salir.
El proceso se inicia cuando el sudor se expulsa por los poros de la piel debido a la secreción de ciertas glándulas. Este sudor es un líquido que requiere de calor para poder evaporarse. Por lo que nuestro cuerpo utiliza el calor presente en la piel para evaporar estos fluidos. Gracias a esto, nuestra piel libera energía acumulada en forma de calor y enfría nuestro cuerpo. De este modo, puede llegar a disipar hasta un 27% de nuestro calor corporal.
Ahora bien ¿Qué es lo que permite o indica a nuestro cuerpo que debe iniciar un proceso de sudoración para regular la temperatura?. La señal recibida por los termorreceptores situados en nuestra piel. Los termorreceptores son terminaciones nerviosas que permiten detectar variaciones de temperatura. Esto ya sea porque nos quemamos rápidamente con una bandeja de horno o porque estamos sufriendo una insolación mientras tomamos el sol en la playa. La percepción al calor es un proceso influenciado en cierta medida por la genética, ya que, en esencia, nuestra percepción del calor dependerá del tipo de termorreceptor que poseamos y de la cantidad existente en un determinado espacio. Un correcto funcionamiento de estos receptores es necesario para que nuestro cuerpo funcione adecuadamente, ya que un aumento o disminución significativa de la temperatura tiene un fuerte impacto en nuestro día a día.