Todos hemos escuchado alguna vez eso de tener un segundo estómago para el postre. La necesidad de consumo de azúcar o alimentos dulces es una sensación que algunos de nosotros experimentamos después de cada una de las comidas que hacemos.
Todos hemos ido alguna vez a comer a un restaurante donde lo habitual es que comamos más de lo que hacemos normalmente en casa y la realidad es que, a no ser que vayamos a un restaurante Michelin minimalista, en la mayoría de los casos a mitad del plato principal ya hayamos cubierto nuestras necesidades metabólicas del día. Es decir, que ya hayamos consumido las calorías que necesitamos para el día. Nos hemos comido una cena deliciosa, estamos llenos pero, entonces, nos preguntamos ¿me tomo un postre? Y la respuesta en la mayoría de los casos es “sí”, ya que de alguna forma encontramos un rincón vacío en nuestro estómago especial para el consumo de azúcar, ese “hueco para el postre” en el que cabe ese trozo de tarta.
Pero, ¿por qué sucede esto? ¿Qué nos produce ese antojo específico por el consumo de azúcar aún cuando estamos llenos?
Conoce los motivos del consumo de azúcar después de las comidas
Existen diferentes factores involucrados en este fenómeno y muchos de ellos tienen un motivo evolutivo. Imaginemos, por ejemplo, que hemos estado comiendo tapas y un entrecot de tamaño considerable con unas patatas y estamos realmente llenos. Entonces llega el camarero y nos pregunta “¿Más entrecot? ¿más patatas?” Lo normal es que le contestemos que no, porque no tenemos ningunas ganas de seguir comiendo eso. Quizá la idea de hacerlo nos dé hasta ciertas nauseas. Sin embargo, es posible que digamos “por favor, traiga la carta de postres”
Dicho fenómeno se debe en gran parte a nuestros genes y está grabado en nuestro ADN ya que esta preferencia por el consumo de azúcar después de las comidas tenía ventajas evolutivas cuando nuestros antepasados cazadores y recolectores no tenían tanta comida disponible. Y es que, cuando nuestro sustento dependía de cazar antílopes y nos habíamos pasado todo un día para atraparlo y arrastrarlo de regreso a “casa”, comer más de lo que realmente necesitábamos para cubrir nuestro gasto calórico era lo más adaptativo, ya que no estaba garantizado cuando podríamos volver a cazar y comer.
Las proteínas son una fuente de energía esencial para nutrir nuestras células y músculos. El problema con las proteínas es que son muy costosas de procesar y almacenar para el cuerpo. Por ello, cuando cubrimos nuestras necesidades calóricas del día, el cerebro empieza a cambiar el tipo de calorías que quiere que comamos, y empieza a pedirnos que incrementemos la densidad calórica de lo que sea que ingiramos. Así, nuestro cuerpo es capaz de almacenar esa energía en forma de grasa y prepararse para cuando no tengas comida. ¿Y qué alimentos son caloricamente densos? Los que contienen mucho azúcar y grasa, es decir los postres y dulces. Por lo que nuestro cerebro nos traslada esta preferencia por alimentos calóricos a través del antojo por el consumo de azúcar.
Este mecanismo no es específico para los seres humanos, sino que se produce en muchas otras especies. Los osos pardos, por ejemplo, se preparan para la hibernación comiendo salmón. Al principio de esta preparación se comen todo el salmón que puedan coger, enterito. Pero a medida que engordan más y más dejan de comer todo el pescado y solo se comen la piel y la grasa que se acumula debajo de la piel. Es decir, aumenta la densidad calórica de los alimentos que consumen. Y aunque no se coman una tarta de chocolate, este es el mismo fenómeno.
Qué es la saciedad sensorial específica y cómo afecta al consumo de azúcar
Otro factor involucrado en nuestro deseo por el consumo de azúcar y dulces después de comer otros alimentos salados tienen que ver con la saciedad sensorial específica. Este fenómeno es el responsable de que comamos más cantidad cuanto mayor es la variedad de sabores en un plato o cuando compartimos diferentes tapas en una cena con amigos. Además, explica, en parte, por qué después de una comida copiosa, siempre nos queda un hueco para el postre o para el incesante consumo de azúcar mientras vemos una serie después de cenar. El origen de este fenómeno también tiene, según los expertos, una base evolutiva, ya que para nuestros antepasados cazadores y recolectores conseguir una dieta variada era complicado y mediante la saciedad sensorial el organismo favorecía la búsqueda y el consumo de azúcar y alimentos variados.
¿Sabías que el consumo de azúcar tiene un origen genético?
Nuestra apetencia por el consumo de azúcar y tener hueco para postres calóricos después de las comidas tiene, en parte, un origen genético y una función que nos ha resultado adaptativa durante mucho tiempo. Y como todos los fenómenos que han sido adaptativos,han pasado de nuestros antepasados a nosotros a través del ADN. El problema en la actualidad es que el entorno ha cambiado. Ahora tenemos acceso a comida y a alimentos con grandes cantidades de azúcar y grasa todo el tiempo, por lo que tener ese segundo estómago para el consumo de azúcar ya no resulta tan útil y, en ocasiones, incluso puede resultar problemático para muchas personas.
Todos sabemos la importancia de seguir una dieta equilibrada y reducir el consumo de azúcar para mejorar nuestra salud. Sin embargo, a veces, el acceso constante a dulces altamente calóricos y ultraprocesados pueden hacer que este propósito nos resulte un poco complicado. Por desgracia, algunas personas tienen una mayor dificultad para reducir o abandonar el consumo de dulces y esto puede deberse, al menos en parte, a que poseen variantes genéticas que aumentan su predisposición al consumo de azúcar. Esto tiene implicaciones a la hora de mantener el el tiempo una dieta equilibrada lo que, en consecuencia, puede generar en las personas sentimientos de culpa o frustración.